Las páginas en blanco y coloreadas durante el verano, dejan paso al listado de útiles, horarios, traslados, certificados médicos, carnet de vacunas, uniformes, zapatos para pies que crecieron y pantalones a los que hay que bajarles el ruedo.
Es así, como una hoja cuadriculada en la que vamos llenando cada uno de los casilleros hasta no dejar casi ninguno vacío.
Se llena tanto que hasta tenemos que poner en el márgen nuevos compromisos.
Como cada año, los desafíos se nos presentan de la mano de nuestros hijos y cuando todo parece estar encaminado, ya lo sabemos, algo nos sacudirá como para desacomodarnos las fichas.
Con los cuadernos todavía sin forrar y con viejas cartucheras modernizadas con stikers de los personajes preferidos, los más chicos - Genaro y Valentín- comenzarán su segundo grado, Paulina quinto, y Joaquín -el mayor- su primer año.
Si animarnos todavía a que suba a un colectivo urbano lo llevaremos al Belgrano hasta que despliegue un poco sus alas y nosotros liberemos algunos temores.
En una fotografía que se repite en la mayoría de los hogares con niños que van a la escuela- y después del primer impacto por los precios- repasamos el listado de útiles esenciales y le agregamos alguna " fibra aromatizada" que en nuestras épocas no existía, aunque sí la goma de borrar con olor a frutilla que daba ganas de morderla y que nunca me compraron por temor a que me empachara.
Este año fue Valentín, de 7 años, quien me conmovió cuando le compré la mochila con rueditas que tanto quería. Con sus ojos marrones más abiertos que nunca exclamó: " Por fin no seré más un niño Teleocho Noticias" y salió derrapando con su mochila rodante.
Es que el papá trabaja en el Canal, donde cada año les entregan un pac de mochilas y útiles escolares y la suya siempre tuvo la inscripción Grupo Telefe.
La verdad nunca se nos hubiera ocurrido que eso lo hiciera sentir diferente.
Por su lado, con su toque femenino Paulina llenó las tapas de las carpetas con caritas sonrientes y una foto suya con Luisana Lopilato tomada recientemente.
Como su mochila es celeste, se encargó de cubrir el "color de varón" con collares, llaveritos y otros accesorios que poco hacen pensar que vaya a la escuela a estudiar.
Genaro, que es "Sarmientito", llora porque extraña a su seño de primer grado y quiere que comiencen las clases a la mayor brevedad posible.
Desde el otro rincón Joaquín disfruta porque hasta el 9 de marzo no comienza el secundario.
Observando sus movimientos, disfrutando de cada enojo o de cada emoción, voy sacando la cuenta, entre otras cosas, de los certificados médicos que nos piden.
En una simple cuenta, tengo 16 casilleros de la hoja cuadriculada para rellenar.
A un promedio de 4 médicos por 4 chicos, son 16 consultas. Y eso solo con el pediatra, el ORL, el oftalmólogo y la dentista.
Si a esto le sumo otros pedidos, más la reunión obligatoria con la psicopedagoga, los blancos se van cubriendo de a poco.
Pero está bien que así sea. Nos obliga a controlar vacunas, repasar sus condiciones físicas, hacer una fluoración para evitar caries y asegurarnos de que ven bien o no y de que escuchan como deben.
Preparados para sacar las fotos el próximo lunes, llorar de emoción como en cada acto, y comprometidos en acompañar a las maestras durante todo el año, será la magia del conocimiento, los raspones en las rodillas y los pantalones que vuelven a quedar cortos algunos de los signos que nos irán alertando de que los que más queremos van creciendo.
Por todo esto, y por las sorpresas que el año nos depare... Salud a todos nuestros niños, a sus docentes, y a nosotros también.
miércoles, 25 de febrero de 2009
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