viernes, 14 de noviembre de 2008

La Remera

Mar, Lu, Coti, Brun, Lean, Celes... más de 30 diminutivos de los nombres propios de sus compañeros pueden leerse en la espalda de la roja remera, que desde ayer lleva mi hijo Joaquín sobre su torso.

Es que como tantos otros, están por terminar la primaria, y al desgastado uniforme escolar lo reemplazan ahora por coloridas y modernas remeras de egresados.

Me sorprendió cuando entre tanto nombre entrecortado, identifiqué al mío como Carta.

Fue el único que puso su apellido, y celosamente pensé porque no había puesto también Pasquali, si al final de cuentas, yo también estoy por terminar la primaria con él.

La famosa remera de 25 pesos y escasa calidad seguramente nos costará que se la saque para lavarla, ya que hoy su mayor identificación personal es con sus compañeros de sexto grado, con los que este fin de semana emprenderá su viaje de estudios.

En solo un día a la remera ya la usa de camiseta de fútbol y de pijama a la vez.

En el momento en que vi a todo ese grupo de varones con sus nuevas prendas y con las endorfinas revoloteando y a las chicas con caras de flogers y cortas polleras del uniforme que en breve dejarán de usar, comprendí que mi Joaquín, o Carta –como dice su remera- ya no es tan niño.

Como un rayo vino a mi mente el día en que lo acompañé a su primer grado, con camisa blanca y corbata azul, con pantalón gris y el pelo recién cortado se sentó en su banco, y con las dos manos sobre el pupitre apoyó su cara mirando el universo nuevo.
Sus ojos estaban más grandes que de costumbre, más luminosos y más transparentes por las lágrimas acumuladas que se guardó en ese empaque de hombre que lo cubría.

Del otro lado, con mi máquina de fotos pude captar ese preciso instante, porque mis ojos estaban exactamente iguales que los de él.

El tañer de la campana, y el bullicio de la salida de los chicos del colegio, me trajo de regreso a la salida del sexto grado y pude comprender cabalmente a todas las que crecemos junto a nuestros hijos (porque estos pensamientos son estrictamente maternales).

A las que se estremecen como yo porque sus “bebés” van cumpliendo etapas, y porque después de tantos palotes, cuadernos y mapas, la vida va sumando y restando por nosotros y por ellos.

Suman experiencias, y restan inocencia. O no.

En esa suma mutua, en dos días mi hijo se irá de viaje de estudios a Salta, Jujuy y Tucumán por una semana.
Allí gastará su remera hasta dejarla transformada en hilachas, mientras nuestro corazón quedará en iguales condiciones mientras dure su viaje.

Cumple x 2

Tener hijos mellizos es un desafío permanente.

Desde la magia de ver cómo dos personitas crecen al mismo tiempo - con rasgos tan diferentes pero tan unidos- hasta el festejo de un cumpleaños múltiple con 108 invitados.

Y no es que se trate de una Recepción de los Reyes de Borbón donde hay que invitar por compromiso a todas las casas reales de Europa y hasta los jefes de estado amigos.

Simplemente es que mis hijos mellizos Genaro y Valentín han cumplido 7 años el 13 de noviembre y lo festejaremos el próximo sábado.

Como ya he comentado en otras oportunidades -por diversas recomendaciones psicopedagógicas - los pequeños concurren a primer grado pero a secciones diferentes.

Además, somos defensores de que a esta edad deben invitar a todo el curso, aunque después sólo algunos concurran a la fiesta.

Por lo tanto, hay que sumar a los 32 compañeritos de uno, más los 31 compañeritos del otro, más los amiguitos del barrio, los primos y demás familiares, que dan como resultado la friolera de 108 invitados.

Es de imaginar que no hay salón de cumpleaños infantiles habilitado para ese número de personas, ni presupuesto para enfrentar semejante erogación.

Además, no se puede calcular cuántos irán en realidad.

Después de analizar diferentes alternativas, y con la experiencia previa de Bautismos, cumpleaños y comuniones, es que decidimos festejarlo en casa.

Las compras mayoristas de chizitos, palitos, papitas y puflitos sumados a cientos de salchichas y panes de Viena permitirán a los niños disfrutar de una de sus comidas preferidas y a los papis elaborar fácilmente el menú.

Contando con los helados que traerá una de las madrinas, completaremos con golosinas la mesa de los dulces.

Eso sí, las tortas tienen que ser dos, las velas 14 y cada uno tener sus propios regalos de acuerdo a sus gustos y personalidad.

Es que en definitiva, son dos personas diferentes que además se esfuerzan por demostrarlo y exigen en el mismo sentido que cuando cantemos... “Que los cumplan los mellis” no nos olvidemos de repetir la canción con el nombre de cada uno según el orden en que nacieron.

Para ellos, es él cumple de cada uno y de los dos a la vez, sensaciones que sólo los hijos múltiples deben entender.

Para nosotros es una sola fiesta que no se suspende por mal tiempo, aunque el pronóstico nos anuncie lluvias para el fin de semana.

“La casa es chica pero el corazón es grande”, y el Payaso Poca Sopa asegura un show imperdible para chicos y grandes.

Perdón si al hacer la lista quedó en el camino algún amigo sin invitar.